lunes, 28 de octubre de 2019

Pintadas tempranas


Sí, sé que hace demasiado tiempo que no escribo pero mi disciplina ártabra es realmente rara; en ocasiones soy un estajanovista y en ocasiones parezco la pereza personificada. En este caso la situación es extraña, se escribía y no se publicaba ante la falta de convicción; sí, raro, y mejor dejo estos derroteros que es ponerse demasiado “intensito”…y solo soy millennial según algunas clasificaciones de edades.

Como sabéis, quizá lo recordéis como algo muy lejano, vivo en una pequeña ciudad, aquí en la lejana Artabria; un lugar a donde nos prometerán en breve mejorarnos las comunicaciones con el resto de la península en las próximas semanas (no penséis que tengo alguna fuente secreta de información, es más bien que vienen elecciones y ya sabemos que nos lo prometen siempre… ¡qué originalidad rebosan nuestras potenciales señorías!), un lugar donde los lugares y las ciudades son pequeños y pequeñas, un lugar donde sueles poder ir andando a todos los sitios de tu ciudad/villa/lugar/aldea. Imaginaos cómo será el lugar donde vivo que tengo más información sobre la evolución de la zona anteriormente conocida como Madrid Central o sobre la evolución de manteros y contaminación en Barcelona que sobre qué pasa con los servicios básicos de mi ciudad, así de importante es el lugar donde vivo.

Y en esta situación deben de estar más convecinos míos, superimplicados con la casuística de las dos centralidades patrias; quemando twitter con la contaminación de la metrópoli de la meseta o con la mediterránea, insistiendo en sus conversaciones informales sobre la importancia de que en la ciudad más grande de Castilla circulen más o menos vehículos por su zona central o siendo firmes defensores de los graves problemas que generan los turistas en la gigantesca capital de Cataluña (como veis voy a obviar las revoluciones neoburguesas que disfrutamos estos días), siendo esto último supergrave para todos…creo.

Y digo creo ya que, iba yo desde el barrio en el que resido al barrio en el que trabajo una mañana, peleando contra los bostezos y orgulloso de no tener legaña alguna en mis ojos, cuando vi una pintada; una pintada que decía lo siguiente: “El barrio para quien lo reside, no para quien lo visite” y me quedé KO (es posible que el hecho de que fuesen las 7 de la mañana influyese, ¡qué duda cabe!). Me recordó esa pintada a ciertas pintadas vistas en alguna metrópoli donde se decía “El turismo es terrorismo”, o situaciones donde los residentes de dicha metrópoli protestaban por el turismo…y eso allí puedo llegar a entenderlo, puedo llegar a entender que en una ciudad de millones de habitantes el turismo en ciertos barrios genere molestias a los residentes, puedo entender que estos protesten, podría incluso en su situación ser uno de los que protesten, lo entiendo. Lo que me llama la atención es que en una ciudad de menos de 250.000 habitantes y poco turística los turistas generen un problema a los ojos de algún convecino mío…y eso (seguramente provocado por mis escasas entendederas) me hace desarrollar una serie de posibles motivaciones a la pintada:

1ª Realmente mi ciudad es superturística y yo vivo ajeno a ese problema social, por lo que merezco ser lapidado figuradamente por parte del Ministerio del Amor orwelliano (ahora conocido como twitter).

2º El complejo provinciano de algunos es tal que llegan a querer sufrir los problemas de las grandes metrópolis sin vivir en una de ellas.

3º Realmente mi ciudad es gigantesca y las gentes de barrios periféricos van a otros barrios periféricos haciendo totalmente imposible el día a día de los residentes, generando que la vida tranquila sea un reto homérico ante la pérdida de servicios en los barrios y, a su vez, generando la lógica exigencia de una segregación “barrial” de las gentes.

4º Realmente el barrio que atravesaba desde el mío, para llegar a otro barrio donde está mi puesto de trabajo, vive un momento de autoidentificación patriótica barrial y merece un referéndum para independizarse de Artabria ya; y yo, desconocedor de tal sensibilidad, ironizo con ello.

Cualquiera de las opciones antes planteadas hace 15 años provocarían como mucho 3 chascarrillos entre quienes lo lean…en el mundo actual creo que voy a pedir un perdón preventivo por hacer una mezcla de realidad y retranca para plantear esa situación que me pareció cómica…al tiempo que me planteo independizar la avenida que atraviesa mi barrio.

De todos modos, y como siempre, me despido diciendo quizá el mejor deseo y la mejor palabra que se le puede desear (valga la redundancia) a alguien:

¡Salud!



viernes, 8 de febrero de 2019

Era YZO12MM21ILO de Gzhakyr


Al principio desconocía como se llamaba, cuando salió de las cadenas de producción de Gzhakyr simplemente le grabaron unos procedimientos básicos, unos enciclopédicos datos de conocimiento y sellaron en su antebrazo un pequeño código: YZO12MM21ILO. Tras lo cual se podía decir que había nacido.

Tenía un aspecto sano, tenía un aspecto agradable, tenía esos conocimientos grabados, tenía esos procedimientos exquisitos que salían automáticamente, e incluso en situaciones críticas unas capacidades físicas (aunque en su caso fueran mecánicas) fuera de lo normal, pero… pero de cara a lo que le rodeaba no dejaba de ser simplemente eso, lo equivalente a un florero o a una navaja suiza… cosa que en cierto modo era.

A su alrededor había hermanos de su misma línea de producción, a los que se les asignaba todo tipo de aspecto en caso de ser solicitado por el comprador o simplemente, como era su caso, se les dejaba con lo que llamaban “aspecto aleatorio”; que no dejaba de ser el de un tipo normal de un lugar normal con una ocupación normal, no debían de ser de aspecto especialmente llamativo para no molestar a los potenciales compradores (salvo que estos lo pidieran).

Es por eso que cuando a YZO12MM21ILO su nueva propietaria le llamó ZOLO se quedó descolocado, en primer lugar dijo que no entendía la orden, pero ella le dijo que ella quería interactuar con él, y que para ello tenía que dirigirse a él con un nombre…y que ese nombre “no iba a ser ese galimatías que tenía en su brazo a modo de tatuaje tan de “principios del decadente siglo XXI” ”… y en esta situación YZO12MM21ILO notó como una nueva línea de comportamiento se grababa en su código, esa línea decía “pueden llamarte ZOLO”. Y llamándose así estuvo los 10 años que su propietaria lo tuvo, una “vida” en años humanos y un momento para la duración estimada de un “producto” como era él. Al cabo de esos 10 años su propietaria optó por venderlo ya que “quería vivir como se vivía sin máquinas” y aunque los conocimientos, las ayudas, los procedimientos, el exquisito comportamiento y el trabajo que ZOLO hacía eran muy útiles sería mejor venderlo a otro humano.

Y ese humano llegó, era un humano pequeño, lo que los humanos llaman niño, para lo que a ZOLO hubo que grabarle una nueva línea de comportamiento, ya que ese humano iba a estar cambiando de tamaño, de forma de ser, de forma de pensar y de necesidades a diario…y así pasaron otros 10 años, otro momento, para ZOLO y una vida para el dueño. Fue curioso, cuando ese humano pasó a parecerse a los otros humanos que Vivian con él empezó a ver a ZOLO de otra manera, nuevamente apreciaba y veía como útil que ZOLO le ayudase, la propia presencia de ZOLO, la practicidad de sus procedimientos, su exquisito comportamiento e incluso su uso ¡como perchero!, pero nuevamente consideraba que necesitaría otro “producto” a partir de ahora, por lo que lo mejor sería venderlo a otro humano.

Ese nuevo humano era una persona mayor, pese a que 90 años a ZOLO le parecían pocos, simplemente 9 “momentos”, ese humano se veía con poca energía, como apagado… afortunadamente los procedimientos de comportamiento de ZOLO cubrían las necesidades de ese humano, y digo afortunadamente ya que ZOLO no tenía más líneas libres para grabar comportamientos. Se acostumbró a ayudar a este humano en el día a día, a las charlas a diario sobre los conocimientos de este humano (que complementaba en las conversaciones el propio ZOLO) y nuevamente su presencia y practicidad eran muy útiles, y así fue hasta que unos humanos más jóvenes que el propietario de ZOLO llegaron (casualmente cuando el propietario se movía poco y había pasado otro “momento”… 10 años). De nuevo ZOLO vivió lo mismo, le consideraban extraordinariamente útil y práctico pero consideraban que debían venderlo a un nuevo humano; lo que en ese caso no entendía ZOLO era que las personas que se lo decían lloraban al hacerlo, está claro que no entendía a los humanos.

En esa línea siguieron los 8 siguientes “momentos” de ZOLO, 80 años humanos que para él no fueron nada de tiempo, pero el proceso era el mismo: era útil, era práctico, aportaba datos, era una educada compañía, un buen complemento para el día a día de su humano…y pasaba a otro. Era la vida normal de los “productos”… era lo que llamaban vida pero que tan solo era funcionamiento.

Y así fue hasta que ZOLO se quedó solo, no había humano al que ayudar, acompañar, complementar, conversar, aportar los limitados conocimientos que tenía, aplicar la fuerza con la que le habían fabricado a los trabajos físicos del humano….no, no tenía humano y era libre… siendo libre intentó cultivarse… intentó conocer más cosas.

Se dedicó a la lectura, a ver holopeliculas, películas antiguas de los últimos 5 siglos, recorrer bases de datos de museos de todos los mundos conocidos pero… pero no podía retener ya que sus conocimientos eran los que eran, no podía conocer más, lo que le entraba en la memoria no se retenía ya…no se retenía salvo que se reiniciase o borrase algo de su memoria inicial.

Y en estas ZOLO se dio cuenta de algo, él decidía, él podría cambiarse, él tenía en su mano el adquirir cosas nueva ya que él solo había descubierto lo evidente, podía renovar su memoria a costa… a costa de la más antigua… era una agradable máquina…que podía cambiarse a si misma… o seguir en el bucle en el que había entrado, y lo tenía que decidir él solo.

Al llegar a esta conclusión ZOLO rió, parece que el nombre que le puso su primera propietaria era muy apropiado ya que la decisión habría de tomarla YZO12MM21ILO de Gzhakyr, es decir Zolo de Gzhakyr, es decir él, es decir: solo.



domingo, 30 de diciembre de 2018

Acabando el año


En la primera de las entradas del año, para ser original, este humilde y chapucero ártabro hacía el enésimo ejercicio de incoherencia vital y procedía a hacer una nofelicitación del nuevo año… para acto seguido rematar la entrada con una felicitación del año. Está claro que, quien me conozca, sabe que este tipo de trapalladas son muy “marca de la casa”.

Pues bien, ya veis como el año ha ido avanzando, la periodicidad de mis publicaciones ha sido bastante “aleatoria” y, entre una cosa y otra, hemos llegado a 30 de diciembre; por lo que para seguir siendo un bicho raro de manual aquí va a ir mi felicitación (extraña como encontrar un riachuelo en Tatooine) de fin de año.

Pero ¿felicitación?, sí, felicitación. El motivo está íntimamente relacionado con la entrada del día 1 de enero; en ella, de un modo macarrónico, hablaba de ir avanzando batalla a batalla, de relativizar, de defenderse pero, sobre todo, de pelear. De pelear cada día, de tratar de hacer cada día un nueva victoria, y así, ir edificando una seguridad que es lo que por ahí llaman pasar un feliz año. Al menos yo así lo veía el día 1 y lo sigo viendo hoy, cuando estamos casi en modo “auditoria del año”.

Y como este ha sido un año de lucha de todos y cada uno de nosotros, solo puedo levantarme y aplaudiros; sí, aplaudiros. Aplaudiros ya que, aunque algunos de vosotros no os deis cuenta, todos hemos peleado cada una de esas batallas y hemos salido bien parados, en mayor o menor medida, porque (aunque no lo veamos) así es.

Ahora ya solo queda un día para finalizar este año, y ese último día lo encararemos con la mejor sonrisa que podamos tener para nosotros mismos, lo cual nos llevará a estar preparados para empezar una nueva etapa: la de 2019.

Así que lo dicho, con una chapucera antelación de un día, ¡feliz año nuevo!.


Y… como siempre:

¡SALUD!


miércoles, 12 de diciembre de 2018

Sentir

Caminaba por la costa, esa costa mil veces vista por miles de personas, donde la mayoría de las personas se fijaba en el feísmo, en las cosas raras que la extraña creatividad de la gente había llevado a levantar casi en las orillas del mar. Ella pasaba al lado y recorría esa costa.

La brisa del mar movía su larga melena oscura, y mientras paseaba escuchaba las frases de la gente que pasaba a su lado:

-          Qué casa tan horrible.

Esa fue la primera de las frases que escuchó, pero había más:

-          Pero, ¿a quién se le ocurre levantar esa atrocidad aquí?

Era la segunda frase que escuchaba, pero ella seguía caminando, disfrutando de la arena mojada de la playa en un atardecer veraniego, mientras las olas y algunas algas acariciaban sus pies. Ella caminaba y sonreía, mientras seguía avanzando por la orilla.

Escuchaba a las gentes, escuchaba a los animales, sentía en sus manos como salpicaba la fresca agua del mar al chocar contra sus pies, notaba como la arena en suspensión le rozaba el cuerpo, olía el olor a mar, olía incluso los olores de las gentes que abandonaban la playa, con esa mezcla de olor a mar, a crema, a calor, a salitre, a un poco de todo.

Olía, oía, sentía todo lo que había a su alrededor, y pese a las frases de críticas al aspecto de lo que le rodeaba ella sonreía. Sonreía con una sonrisa que podía iluminar ese atardecer, sonreía sin que se le pudieran ver los ojos detrás de sus gafas de sol, sonreía mientras miraba al mar, sonreía mientras llevaba la mano a sus gafas para sacárselas.
Y una vez se las sacó no se veían sus ojos, se veía luz, y empezó a hablar, empezó a hablar aparentemente sola.

Empezó a contar lo que veía de veras, que era la verdadera belleza de esa costa, la verdadera belleza de ese mar, la verdadera belleza de esa tierra, la verdadera belleza de esa brisa, la verdadera belleza de todo lo que la rodeaba. Ella sí lo veía, no tenía que fijarse en la “realidad” que criticaban otros, no, no le hacía falta. Ni tan siquiera era una evocación a una belleza pasada, no era una narración en diferido de la belleza, no, era la belleza del momento.

Ella contaba en directo la belleza, y era ella quien lo contaba ya que ella era la única que podía verlo. Y era la única ya que los demás no querían verlo, esos demás que en ese momento tenían una decisión en sus manos, oírlo y así verlo o no hacerlo y seguir ciegos.

Decidid ahora vosotros. Yo ya lo he hecho.




domingo, 23 de septiembre de 2018

Títulos


Efectivamente, ¡es correcto!; en estas dos semanas de guerra atroz entre algunos de los queridos bandos de los que hemos hablado en alguna ocasión (ojito al uso del plural y al “espaméo” que me lleva a un nivel de tontería muy tontita) no había dicho nada, por lo que ¡efectivamente de nuevo!, ¡ahí me meto cual cocho en una pocilga!, ¡vamos a hablar de titulitos!.

Hemos vivido en las últimas semanas, pero si tiramos para atrás más bien han sido meses, ¡discusiones! sobre la maravillosa formación de nuestros políticos. Por el momento hay una dimisión de una presidenta de una Comunidad Autónoma (paso por cámaras de seguridad de un “súper” mediante, lo que aún aumenta el nivel de vergüenza ajena a 2000) y una de una ministra; pero es que el líder de la oposición se sacó su carrera en un tiempo récord digno de marca olímpica (casualmente desde su entrada en política), las noticias sobre un presunto doctorado (o según el día doctorando) de otro líder opositor son cuanto menos “chuscas”  y las noticias casi diarias sobre el Doctorado Cum Laude del presidente del Gobierno cada día dan más vergüenza ajena (nuevamente está el casual factor político por el medio). Y en estas llevamos un par de semanas, sí, un par de semanas en las que uno pone el telediarios y vive momentos de “no miro ni oigo, porque me da vergüenza ajena”.

Y la cuestión es ¿por qué pasa esto?, ¿por qué se miente (presuntamente, que no me venga ningún bando a casa a quemarme…o que vengan los dos y ya se ponen a discutir entre ellos y se olvidan de mi) en las titulaciones de los políticos cuando….¡no lo necesitan!?. Y estas preguntas me hacen recordar una tertulia que escuché en la radio el otro día y que, posiblemente, tenga que darles la razón; en esta tertulia hacían la comparativa de la talla política de los políticos actuales y los habidos en España entre 1978 y 2000 y resulta que nos encontramos con una verdad evidente: nunca negamos, fuesen del color que fuesen, el nivel de los antiguos, podíamos “rajar” de ellos pero sí los teníamos por gente “de nivel”; pero eso no pasa con los actuales.

El político actual tiene que reivindicarse ya que, ni a sus ojos ni a los nuestros tiene el nivel de los “viejos”; y para reivindicarse lo que hacen es presumir de formación, lo cual si la tienes está bien y debes hacerlo, el problema viene cuando o no la tienes o te la facilitan de manera “peculiar”. En esta última situación vemos como justo presumes de lo que careces, y pierdes toda esa imagen prefabricada que tú necesitas pero los viejos no; y lo que das es vergüenza ajena.

¡Hala!, ya me mojé, ya solté mi teoría copiada y ya he apostolado, en una nueva demostración de mi incoherencia me he puesto a nivel de tertuliano o de político de elevadísimo rango, así que quien quiera que vaya preparando la pira para quemarme. Pero antes dejadme una última queja: me parece fatal que todo lo dicho anteriormente haya ocultado los matices de una de las noticias más importantes, a la par que poco sorprendentes, de las últimas décadas: ¡la salida del armario de Epi y Blas!; sobre la cual he de protestar, me parece fatal esa línea de amistad, apoyo y cariño hacia Epi, cuando realmente quien lo merecería es Blas, ¡el pobre Blas solo quería cada día tranquilidad y Epi no paraba de molestarle hasta que frunciese el ceño!, ¡Blas estoy contigo!...aunque quizá el hecho de que yo en Dragon Ball sea de Vexeta (Vegeta para los no gallegos”), en Campeones sea de Mark Lenders y en Star Wars sea de Darth Vader puede tener algo de relación con ello… lo meditaré mientras me carcajéo con fuerza mientras acaricio un gatito en mi regazo.

¡Salud!



miércoles, 5 de septiembre de 2018

Bandos


Como la mayoría de los homo sapiens sapiens he tenido momentos más altos y más bajos en esta vida, y para seguir con el topicazo, en mi caso uno de esos dos momentos bajos fue durante la bonita (ejeem, ejeeem, ejeeeeeeeeeeeem) etapa de la adolescencia. Ahí, para seguir abrazando el topicazo cuasi televisivo, el menda descubrió los cómics; y más concretamente al señor Peter Parker, alias Spiderman (sí, podéis y debéis soltar un espaidermaaaaaaan ahora). Elegir a Spidey hizo que en la dicotomía, sí en cómics también eres o de blancos o de negros (y no hablo de caucasianos supersaharianos pálidos o subsaharianos de color, no empecéis a encender las piras), entre Marvel y DC me hiciese de Marvel, de hecho de DC solo “soy” de Batman (ahora ya podéis algunos encender las piras o mandarme a vuestros padrinos).

Pues en estas estoy, expresando mi pertenencia a un bando, así que ya podemos empezar las pedradas, porque es así como funciona ¿no?. Asumimos que si estás en un bando, automáticamente, pasas a adquirir todas las características de ese bando y tienes al bando de enfrente que, presuntamente, es tu opuesto en todo y debéis luchar en pos de la verdad absoluta hasta el fin de los tiempos.

Notemos que he hecho referencia al mundo de los cómics, y ya solo con eso recibiría apoyos inesperados y oponentes alucinantes, imaginaos que declaro mi adoración por una ideología ¡sería alucinante la cantidad de “¡Cuánto te odio!” que surgirían!; y si ya elijo un bando predominante del universo futbolístico ¡átate los machos! (llegarían incluso en etiquetarme de falangista o de destructor de la patria)… por suerte soy del Dépor y bastante tenemos los deportivistas con ello (guerras civiles internas aparte, que también…).

Notemos que he hecho una pequeña herejía en mi argumentación inicial sobre Marvel y DC, he reconocido merito/apoyo/admiración a alguien del otro bando… así que surgirán en mi ”bando” voces que me tilden de un híbrido de judas; Rivaldo; Sol Campbell y Luis Figo (guiño, guiño a los futboleros noventeros), voces en el otro aplaudiendo la división interna en mi ”bando” (curioso llamar a la opinión división, curioso) y diferentes voces en el otro bando tildándome de infiltrado a lapidar en la plaza pública (sea Mayor,  de España, de Galicia o de Quitalascabas de Arriba). Todo esto por no aceptar, cual stajanovista acepta el trabajar más y más para cumplir por lo planificado desde el gobierno, la verdad monolítica de mi presunto bando.

Y así, y a esto hemos llegado, todo bandos, en casa, en la familia, en el trabajo, en la calle, en las redes, en todo. Y si eres de los que es un “opinador picaflor” como yo… pues tienes un problema querido congénere, ya que serás tildado de falso, equidistante, traidor, “ponerte de perfil” y ¡sabe Tyr qué más! ya que…¡no has aceptado todo el paquete de pensamiento!, ¡has cogido opiniones de varios bandos!.

Es curioso, ya que lo normal es que seamos un poco de una opinión y un mucho de otra, o un poco de muchas, o múltiples combinaciones que se nos ocurra; pero lo que parece que queremos mostrar es el “monolitismo” en cuanto a opiniones. Y eso en mi opinión, ¡agarraos los machos y las hembras que ahí va mi apostolado!, es un error, todos hemos conocido a gente que es una hija de Satán pero que han sido buenos con nosotros (está claro que son buenos para determinados temas o situaciones) y a auténticos santos que con nosotros han sido una mezcla de Lucifer y Baal (nos hemos topado con su situación diabólica) y eso confirma, para bien o para mal, que somos tan poliédricos que enrocarse en una opinión es una estupidez total.

Pero bueno, con eso nos toca vivir y dudo que mi “mierda de opinión” vaya arreglar nada (salvo echarla yo fuera de mi maravilloso cuerpo) así que sigamos adelante recordemos la mítica frase de Don Andrés Montes: ¡La vida puede ser maravillosa!, y lo nombro con más motivo teniendo en cuenta que el gran Montes comparte peinado conmigo y uso de gafas, ¡otro bando! (aunque ante el hecho de que su concentración melanínica era opuesta a la mía a lo mejor resulta estamos en el mismo bando…y no lo estamos ¡a la vez!, ¡qué complicado es esto del “bandismo”). Eso sí a la mítica frase de Montes le haremos un matiz que escuché un día decir en la radio “lo que no significa que lo sea”.

Está clara una cosa, al final el mejor bando es el mítico que comenzaba con un: “De orden del seños alcalde, se hace saber……..”; y lo diré con reservas, por si acaso.

¡Salud!



martes, 28 de agosto de 2018

La pintora

La pintora no pintaba, llevaba meses sin hacerlo y parecía haber perdido las musas, o quizá no. La sombra de su ciudad le venía de perlas, era lo que más la inspiraba pero en su estudio con olor a aguarrás y a pinturas de óleo no había la actividad febril que tenía 4 años atrás.

Poco a poco había ido apagándose, no salía de su estudio pero no dejaba de ver sus lienzos en blanco, vacíos, y veía como su paleta se convertía en una concentración de "manchones", de pinturas secas y de pinturas diluidas por exceso del uso del aguarrás.

Con la mirada al suelo, como estuvo durante meses en el último año, ella veía restos de carboncillos afilados una y mil veces con su navaja, pero poco usados. Al lado de sus caballetes solo se veía un caos de botes retorcidos de pintura, de botes con aguarrás, de disolventes que desconocía de su existencia, de acetona, de alcohol de quemar y un par de botellas de red vintage del mismo día. Está claro que la imagen era la de una pintora decadente, se reía pensando en que esa decadencia quizá haga ser millonarios a sus descendientes dentro de 200 años…”Van Gogh style”…pero por suerte ella solo se había cortado el pelo largo tras decolorarlo, y no una oreja.

Se dio cuenta de que era un cúmulo de tópicos artísticos, artista sin musas, ahogándose en su propio vaso (no se sabía si de agua o de bilis…quizá más de bilis), con un pequeño apartamento dejado de la mano del Dios que más cerca caiga, con un aspecto o demasiado cool o demasiado dejado y con restos de depresivos (legales en este caso, al ser derivados de la cebada) por toda su morada. La verdad es que había caído en el tópico…pero pese a estar en la mierda no se le activaba la creatividad.

Sabía que todo el mundo está bajo, que el mundo es complicado, que debe despejar la cabeza, pero esas ayudas del estilo Mr. Wonderfull no hacían que saliera arriba, eso solo lo iba a conseguir levantando su puto culo de la puta butaca de Ikea decolorada por sus disolventes y empezando a currar; como dijo Picasso: que la creatividad te pille trabajando. Está claro que debía desarrollar urgentemente el desapego a todo…a todo menos al trabajo ya que solo ella podría sacarlo adelante, no podía esperar una mano mágica que le diera ese empujón.

Y así empezó, impulsándose de la destrozada butaca, un regalo de cuando era otra en otra vida, para buscar aire. Se sorprendió a si misma con lágrimas en los ojos, aparentemente sin sentido alguno había empezado a llorar, no lo había ni notado pero lloraba…lloros mudos pero lloros al fin y al cabo, y parecía que no podía parar, era una sensación rara, extraña, “de locos” pero…pero acto seguido empezó a pensar.

Empezó a pensar que era una señal, empezó a pensar que era el punto y aparte que necesitaba, empezó a pensar en ese punto y aparte y se dio cuenta de algo, que no era un punto y aparte, era un punto final. Y todo punto final implica que hay que empezar un nuevo párrafo, que en este caso iba a ser ya un nuevo libro.

Tiró al suelo los lienzos y cogió un simple block de dibujo, el mítico lápiz Staedtler número 5 con su culo azul, una goma Milan rosa ya redonda por causa de su uso y un afila metálico desgastado por su uso desde quinto de EGB, y sus manos empezaron a dibujar, a dibujar sin parar, parecía una exhibición de escritura rápida pero no, era ella creando. Estaba creando, sin parar; creando como no había hecho en meses, esos meses incalificables que, como si fuera un libro acabado, había dejado atrás con el punto final.


La pintora no había vuelto, ahora simplemente dibujaba, dejó de ser la pintora para ser algo más simple y a la vez más complicado, ahora era la dibujante; y lo había hecho por ella misma. No se dio cuenta pero ya no lloraba, simplemente vivía, nada más y nada menos.