domingo, 18 de marzo de 2018

Dépor, mi fiel amigo


Ya avisé cuando este chapucero blog despertó de su sueño motivado por ¡Dios sabe qué!. Lo dije, dije entre otras cosas que la situación del Dépor me da para múltiples artabréos, pero…pero no voy a hacer exactamente eso en un 100%, simplemente voy a abrirme un poco y contar como nos sentimos muchos de los que tenemos el corazón blanco y azul, muchos de los que somos de origen o sentimiento de esta esquinita del mapa dejada de la mano de Dios, y olvidada por extraños y (penosamente) por propios.

Soy de una generación afortunada, lo reconozco, vivimos en la era de la EGB, jugamos en parques no acolchados, teníamos y tenemos cicatrices en las rodillas, codos y resto del cuerpo por el hecho de jugar, fuimos la última generación que sabe lo que era jugar el fútbol en la calle (sí, por donde pasan los coches) y, en el caso de los de mi zona, somos la generación que vio aparecer un milagro, un milagro llamado Dépor.

A los de mi quinta el nacimiento de ese milagro nos pilló en plena adolescencia, y lo vivimos en el principio de nuestra veintena, y ahora debemos contarlo. Nos pilló en una época complicada, todos sabemos como son las adolescencias; puede ser que tengas una adolescencia feliz, que la tengas complicada, que la tengas muy complicada; puede ser que tu adolescencia sea una época de estar solo, que estés rodeado de gente pero que aún así te sientas solo, o que estés rodeado de gente pero seas un auténtico amasijo de inseguridades que te lleve a ser un imbécil integral, pero tenías un amigo que no te fallaba. Te sentías solo, te sentías sin encajar o simplemente te sentías pensativo y llegaba el fin de semana y…y te sentabas al lado de la radio, o enfrente al televisor y ponías el partido del Dépor y…y era un momento de renacimiento, un momento de evasión, un momento en el que notabas que formabas parte de algo (llámalo tribu, sentimiento, sociedad o grupo de enajenados futboleros, pero era algo), y además de un algo del que te sentías orgulloso.

Era la época en la que sabías que un mulato brasileño del medio del campo era el punto de referencia en el que podías confiar para que te representara, para que liderara a tu tribu; era la época en la que veías como un tío de Carreira demostraba una y otra vez que en esta esquinita sí que salían cosas buenas (no buenas, excepcionales); en la que veías como un brasileño enclenque era lo más fuerte que había; en la que veías como un brasileño con una incipiente panza demostraba que los gorditos también servían para dar clases magistrales; como un levantino peleón y un donostiarra sudoroso demostraban que la garra, el trabajo y el amor propio compensaban la falta de talento natural; en la que veías como un pequeño castellano podía volar más alto que un gigante alavés y ganar una copa del Rey; una época en la que un señor de Arteixo era tu filósofo de cabecera; unos años en los que te ofrecías a pagar por ver las negociaciones de un señor de Corcubión para traer a un jugador; y sobre todo, como todos los jugadores que pasaban por el Dépor transmitían que sí, no dejando de ser un futbolista enormemente bien pagado, formaban en mayor o menor medida parte de tu tribu, que en mayor o menor medida sí sentían esos colores y ese escudo, tus colores y tu escudo.

En esa época daba igual lo que pasase, veías como tu familia se esforzaba por comprarle ¡la camiseta oficial! al crió ya que era un “loco por el Dépor” y daba igual que fueses el crío solitario puteado, el crío que se pegaba a los demás para encajar, el presuntamente encajado pero que asumía su imbecilidad, daba igual quien fueses. Llegaba el fin de semana y te enfundabas tus colores, ibas con ellos con una mezcla de orgullo y rubor por la calle y cuando te encontrabas con otros en tu situación os mirabais como diciéndoos “somos la leche”. En ese tiempo daba igual lo mal o bien que estuvieses, el Dépor, tu fiel amigo, te ofrecía su mano, te decía “ven, yo estoy aquí” y te alegraba el día, la semana, el mes. Era la época en la que los críos, y no tan críos, deportivistas llegaban el lunes a clase, a la facultad, o al trabajo y presumían de sus colores, ya que sabían que podíamos perder o ganar, pero plantábamos cara a cualquiera y sabíamos que caeríamos de pie o ganaríamos, no había otra opción.

Y esos críos crecimos, y dejamos de ser críos pero seguimos siendo en el fondo los mismos que éramos antes, y …y ese Dépor, nuestro fiel amigo, siguió ahí unos años más, dándonos alegrías, incluso provocó nuestros primeros viajes con amigos (dentro o fuera de España), o que en nuestros primeros viajes al extranjero dijésemos que éramos de Coruña y recibíamos una respuesta típica en el acento local de donde íbamos: “¡Oh!, Deportivo La Coruña!”, y en ese momento volvíamos a ser el crío que iba por la calle orgulloso y ruborizado.

Ya vemos como era ese amigo, no solo no te fallaba, no solo te acercó su mano cuando estabas solo, no solo te sirvió para disfrutar con tus amigos y con tu familia, sino que por el mundo adelante te hacía sentir orgulloso. Esa es la suerte que ha tenido mi generación, ha conocido ese amigo que te ayudó, ese amigo incorpóreo, con tintes de ser un sentimiento tribal…pero que era tu fiel amigo.

Y los años pasaron, y las crisis socioeconómicas (¡qué os voy a contar!) y nuestro amigo las sufrió y las sufre. Y el ecosistema de nuestro amigo cambió, los jugadores de los que antes hable ya no te transmitían o te trasmiten lo mismo que los de antes, dan la sensación de ser un usar y tirar recíproco con tu fiel amigo, él los usará y tirará…si ellos no lo hacen antes…pero tu estás ahí.

Tu estás ahí ya que ves como está tu fiel amigo, ves que no es la sombra de lo que fue, ves que se ha tratado de adaptar a su ecosistema y que pelea como un loco por ello, y entonces recuerdas todo lo anterior. Recuerdas como oías con tu madre o con tu padre los viejos partidos en el mítico transistor “Internacional” o lo veías en la mítica tele “con culo” de más de 10 años de antigüedad (milagro en los tiempos actuales). Recuerdas como estabas solo pero el Dépor te animaba, recuerdas esos lunes de colegio, facultad o trabajo en los que ibas sonriendo. Recuerdas esos primeros viajes en los que el Dépor siempre jugaba o primordial o supercolateralmente un papel. Y recuerdas tantas alegrías que te da igual lo que ves.

Te enfadas con jugadores, con direcciones técnicas, con entrenadores, con directivas, con políticos; te tomas a risa a tu equipo, juras en idiomas desconocidos cosas horribles, te acuerdas de ascendientes y descendientes de jugadores y en ellos mismos, te expresas como un garrulo pero…pero pasa ese momento y al segundo estás ahí, en tu asiento del campo, o delante de tu televisión o de donde sea animando al Dépor sabiendo que a ojos de muchos (y del sentido común) estás haciendo el imbécil pero, pero es una cuestión de sentimiento.

Él es tu fiel amigo, está (como dirían en mi podcast deportivista favorito) “en la mierda”, pero tu estás ahí porque un día te ofreció su mano cuando tu creías estar en la mierda y ahora te toca a ti.

Así que sí Dépor, mi fiel amigo, aquí me tienes. Sé lo que va a pasar, pero vamos a darnos el sopapo juntos.

¡Forza Dépor!



(Y a los que no lo entendáis, como siempre, ¡salud!)

martes, 13 de marzo de 2018

Pena: De brujas y cabrones

En algún momento de mi vida escuché, o malinterpreté a mi manera, una frase referida a la vida (valga la redundancia): “La vida es un mar de lágrimas con ridículos momentos de felicidad”. Quizá no era exactamente así, pero así lo entendí. Siempre fui de la sensación de que, pese a lo que se pueda pensar de mí, no soy un sujeto pesimista, sino que soy lo que llaman un “optimista bien informado”, es decir; no es que espere demasiado de mis semejantes (y si ya espero eso a mis años…mejor no digo como seré cuando llegue a la que ahora es edad de jubilación, recalco: ahora).

Desde mi punto de vista hemos venido a esta vida a encontrarnos con un montón de brujas y de cabrones (o machos cabríos, discúlpenme los amantes del lenguaje políticamente correcto, pero no sé el equivalente de brujas en dicho idioma, me sale solo “hechiceras del lado oscuro”, pero no sé si ese punto de frikismo es políticamente correcto); y que con esas dos clases de seres miembros de la ciudadanía hemos de lidiar. La cuestión es que normalmente esos cabrones y esas brujas simplemente te utilizan, te manipulan, te engañan, te mienten (o peor, te cuentan medias verdades), te dejan tirado, se aprovechan de ti y, bueno, te hacen cosas que en general encajan en todo lo antes dicho; pero en ciertas ocasiones pasa lo que estamos viviendo estos días en España, el caso del pobre niño Gabriel.

Esta criatura se encontró con su bruja particular, que deja a los cabrones y brujas de los demás en meras brisas de aire, se encontró con un ser incalificable, un ser que no solo hizo todo lo antes dije, sino que demostró dotes de sangre fría con los pobres padres y familiares dignas de provocar el vómito a cualquier persona con un mínimo de alma. Se encontró con que su bruja particular lo asesinó, lo cual es algo que no puede entrar ni en mis esquemas mentales, ni morales, ni en los de ninguna persona que tenga un mínimo de alma y humanidad. A cada noticia que sale sobre el tema es más estremecedor, más terrible, más incomprensible, más asqueroso, más incalificable (e irónicamente más adjetivable). No sé qué decir, evidentemente transmito mi apoyo a los padres del crio, apoyo que no vale absolutamente nada, ya que no tengo ni un atisbo de intuición de lo que puede significar a nivel de sufrimiento lo que están sufriendo esas dos personas. Solo sé que a la causante le deseo que la podredumbre que tiene su alma se extienda a todo su ser, nada más y nada menos. Y ya prefiero no entrar a comentar lo que el “mundo de redes sociales” patrio discutió estos días, algunas opiniones fueron tan repugnantes que no merecen ni el respeto ni el comentario.

Solo desear que Gabriel descanse en paz, y que los padres puedan no ya superar, sino sobre llevar lo que por culpa de, en este caso, esa bruja que ha hecho lo incalificable e incomprensible.

Tras esto los demás solo podemos pensar dos cosas sobre nuestras brujas y nuestros cabrones particulares; por un lado que con nuestras heridas, puñaladas y amputaciones figuradas saldremos adelante, si Cervantes (conocido como “El Manco de Lepanto”) fue quien de escribir EL Quijote y Blas de Lezo (conocido como “El Mediohombre” por las extremidades perdidas) fue quien de hacer lo que hizo en Cartagena de Indias, ¿qué no podremos hacer nosotros que solo hemos sido apuñalados y heridos por nuestros cabrones y brujas?; y por otro lado que pensemos una cosa que encaja poco en nuestro pensamiento culturalmente católico…el karma se lo hará pagar.

Así que lo dicho, en la situación actual pensemos en la desgracia de esos padres, de ese niño y la barbaridad que han sufrido. En esta situación transmitamos apoyo, saquemos lo bonito de la solidaridad de todos y nada más (y nada menos)

¡Salud!

Y Descansa En Paz.


viernes, 2 de marzo de 2018

Cambios de opinión


Escuchaba el otro día en la radio a un famosete, realmente ahora no recuerdo su nombre, y hacía un comentario en referencia a sus redes sociales. Este caballero, desconozco si tiene caballos pero así me referiré a él, comentaba una crítica que el “tuitero tipo” le había hecho (curioso, un tuitero criticando) porque este famosete había borrado un twitt en el que afirmaba que la progenitora de un crítico con él se dedicaba a la presunta profesión más antigua del mundo, y claro, para el “tuitero tipo” era una vergüenza que borrase lo que había escrito. A esto este famoso decía: “pero vamos a ver, en el momento en que escribí esa afirmación sobre la profesión de esa progenitora era lo que pensaba, pero luego lo pensé mejor, vi que era una burrada y que no lo pensaba y por ello lo borré; simplemente cambié de opinión”.

Pues sí, ¿se puede cambiar de opinión?, evidentemente; ¿se puede en estos tiempos?, pues parece ser que no. Eso me recordó maravillosas cadenas de fotos que pululan por las redes sociales, donde desde Günter Grass a Joseph Ratzinger pasando por la Reina Federica de Grecia eran retratados como nazis…bueno, nazis en su juventud/niñez…concluimos por lo tanto que fueron o son nazis a lo largo de toda su vida ya que todos sabemos que la opinión no cambia (lo de analizar y constatar la situación social y política alemana en tiempos del régimen nazi ya lo dejamos para otro día, no vaya a ser que entremos en una situación donde la cosmopolita y reconstruida Berlín actual tenga que ser demolida ya que…¡coño! había estado llena de nazis… ¡que lo he visto en una foto en una red social!).

Y así estamos, estamos en la dictadura de la foto, en el miedo del pantallazo, en el pánico a la opinión antigua hecha pública ya que (como todos sabemos) lo que pensábamos cuando eramos un cuasiimberbe universitario, es lo mismo que pensamos cuando somos un barbudo trientañero, o cuando somos un arrugado e hiperalopécico jubilado con pensión pseudodigna (aclaro, lo pongo en masculino ya que soy un tío, que no se me enfade ningún justiciero de twitter), está claro.

Y nuevamente alguien dirá, ¡eres incoherente!; y sí y no. Todos tenemos una línea de pensamiento, una manera de razonar, y esta evoluciona, y dicha evolución puede ser radical o leve, pero siempre existe e implica cambio en la manera de pensar; así que podéis entender que el jubilado al no pensar lo mismo que el universitario es incoherente…o que es coherente al ser una evolución, yo creo y afirmo lo segundo…la sociedad tuitera actual parece tender a lo primero. Paraos a pensar una cosa, el 95% de la población (vamos a conceder el 5% de error estadístico, lo siento soy de ciencias aunque haya gente que me diga que soy de letras) dice ser buena persona, pero (y siempre hay un PERO) ¿acaso no hacemos daño a gente que queremos (o apreciamos o decimos valorar) cuando actuamos egoístamente? Sí, es evidente; y ¿dejamos de vernos como buenas personas? No. ¿Es ser incoherente eso? Desde luego. ¿Nos vemos como incoherentes a nosotros mismos? No….bueno, no hasta que no nos lo digan y no tengamos las gónadas de mirarnos al ombligo. Pues este estólido (toma palabro que ha depuesto el ártabro) razonamiento nos vale para la sociedad tuitera actual…la gente no es coherente toda su vida o; desde mi punto de vista, que para mi es el bueno AHORA MISMO, simplemente evoluciona pudiendo llegar a situaciones opuestas.

Simplemente hay que tratar de evolucionar bien, al menos a tus ojos y a los ojos de los que te quieren y quieres, que ya es bastante y muy meritorio.



¡Salud!



(y del Dépor ya hablaremos otro día)