martes, 28 de agosto de 2018

La pintora

La pintora no pintaba, llevaba meses sin hacerlo y parecía haber perdido las musas, o quizá no. La sombra de su ciudad le venía de perlas, era lo que más la inspiraba pero en su estudio con olor a aguarrás y a pinturas de óleo no había la actividad febril que tenía 4 años atrás.

Poco a poco había ido apagándose, no salía de su estudio pero no dejaba de ver sus lienzos en blanco, vacíos, y veía como su paleta se convertía en una concentración de "manchones", de pinturas secas y de pinturas diluidas por exceso del uso del aguarrás.

Con la mirada al suelo, como estuvo durante meses en el último año, ella veía restos de carboncillos afilados una y mil veces con su navaja, pero poco usados. Al lado de sus caballetes solo se veía un caos de botes retorcidos de pintura, de botes con aguarrás, de disolventes que desconocía de su existencia, de acetona, de alcohol de quemar y un par de botellas de red vintage del mismo día. Está claro que la imagen era la de una pintora decadente, se reía pensando en que esa decadencia quizá haga ser millonarios a sus descendientes dentro de 200 años…”Van Gogh style”…pero por suerte ella solo se había cortado el pelo largo tras decolorarlo, y no una oreja.

Se dio cuenta de que era un cúmulo de tópicos artísticos, artista sin musas, ahogándose en su propio vaso (no se sabía si de agua o de bilis…quizá más de bilis), con un pequeño apartamento dejado de la mano del Dios que más cerca caiga, con un aspecto o demasiado cool o demasiado dejado y con restos de depresivos (legales en este caso, al ser derivados de la cebada) por toda su morada. La verdad es que había caído en el tópico…pero pese a estar en la mierda no se le activaba la creatividad.

Sabía que todo el mundo está bajo, que el mundo es complicado, que debe despejar la cabeza, pero esas ayudas del estilo Mr. Wonderfull no hacían que saliera arriba, eso solo lo iba a conseguir levantando su puto culo de la puta butaca de Ikea decolorada por sus disolventes y empezando a currar; como dijo Picasso: que la creatividad te pille trabajando. Está claro que debía desarrollar urgentemente el desapego a todo…a todo menos al trabajo ya que solo ella podría sacarlo adelante, no podía esperar una mano mágica que le diera ese empujón.

Y así empezó, impulsándose de la destrozada butaca, un regalo de cuando era otra en otra vida, para buscar aire. Se sorprendió a si misma con lágrimas en los ojos, aparentemente sin sentido alguno había empezado a llorar, no lo había ni notado pero lloraba…lloros mudos pero lloros al fin y al cabo, y parecía que no podía parar, era una sensación rara, extraña, “de locos” pero…pero acto seguido empezó a pensar.

Empezó a pensar que era una señal, empezó a pensar que era el punto y aparte que necesitaba, empezó a pensar en ese punto y aparte y se dio cuenta de algo, que no era un punto y aparte, era un punto final. Y todo punto final implica que hay que empezar un nuevo párrafo, que en este caso iba a ser ya un nuevo libro.

Tiró al suelo los lienzos y cogió un simple block de dibujo, el mítico lápiz Staedtler número 5 con su culo azul, una goma Milan rosa ya redonda por causa de su uso y un afila metálico desgastado por su uso desde quinto de EGB, y sus manos empezaron a dibujar, a dibujar sin parar, parecía una exhibición de escritura rápida pero no, era ella creando. Estaba creando, sin parar; creando como no había hecho en meses, esos meses incalificables que, como si fuera un libro acabado, había dejado atrás con el punto final.


La pintora no había vuelto, ahora simplemente dibujaba, dejó de ser la pintora para ser algo más simple y a la vez más complicado, ahora era la dibujante; y lo había hecho por ella misma. No se dio cuenta pero ya no lloraba, simplemente vivía, nada más y nada menos.