La pintora no pintaba, llevaba
meses sin hacerlo y parecía haber perdido las musas, o quizá no. La sombra de
su ciudad le venía de perlas, era lo que más la inspiraba pero en su estudio
con olor a aguarrás y a pinturas de óleo no había la actividad febril que tenía
4 años atrás.
Poco a poco había ido apagándose,
no salía de su estudio pero no dejaba de ver sus lienzos en blanco, vacíos, y
veía como su paleta se convertía en una concentración de "manchones", de pinturas
secas y de pinturas diluidas por exceso del uso del aguarrás.
Con la mirada al suelo, como
estuvo durante meses en el último año, ella veía restos de carboncillos
afilados una y mil veces con su navaja, pero poco usados. Al lado de sus
caballetes solo se veía un caos de botes retorcidos de pintura, de botes con
aguarrás, de disolventes que desconocía de su existencia, de acetona, de
alcohol de quemar y un par de botellas de red
vintage del mismo día. Está claro que la imagen era la de una pintora
decadente, se reía pensando en que esa decadencia quizá haga ser millonarios a
sus descendientes dentro de 200 años…”Van
Gogh style”…pero por suerte ella solo se había cortado el pelo largo tras
decolorarlo, y no una oreja.
Se dio cuenta de que era un
cúmulo de tópicos artísticos, artista sin musas, ahogándose en su propio vaso
(no se sabía si de agua o de bilis…quizá más de bilis), con un pequeño
apartamento dejado de la mano del Dios que más cerca caiga, con un aspecto o
demasiado cool o demasiado dejado y
con restos de depresivos (legales en este caso, al ser derivados de la cebada)
por toda su morada. La verdad es que había caído en el tópico…pero pese a estar
en la mierda no se le activaba la creatividad.
Sabía que todo el mundo está
bajo, que el mundo es complicado, que debe despejar la cabeza, pero esas ayudas
del estilo Mr. Wonderfull no hacían
que saliera arriba, eso solo lo iba a conseguir levantando su puto culo de la
puta butaca de Ikea decolorada por sus disolventes y empezando a currar; como
dijo Picasso: que la creatividad te pille trabajando. Está claro que debía
desarrollar urgentemente el desapego a todo…a todo menos al trabajo ya que solo
ella podría sacarlo adelante, no podía esperar una mano mágica que le diera ese
empujón.
Y así empezó, impulsándose de la
destrozada butaca, un regalo de cuando era otra en otra vida, para buscar aire.
Se sorprendió a si misma con lágrimas en los ojos, aparentemente sin sentido
alguno había empezado a llorar, no lo había ni notado pero lloraba…lloros mudos
pero lloros al fin y al cabo, y parecía que no podía parar, era una sensación
rara, extraña, “de locos” pero…pero acto seguido empezó a pensar.
Empezó a pensar que era una
señal, empezó a pensar que era el punto y aparte que necesitaba, empezó a
pensar en ese punto y aparte y se dio cuenta de algo, que no era un punto y
aparte, era un punto final. Y todo punto final implica que hay que empezar un
nuevo párrafo, que en este caso iba a ser ya un nuevo libro.
Tiró al suelo los lienzos y cogió
un simple block de dibujo, el mítico lápiz Staedtler número 5 con su culo azul,
una goma Milan rosa ya redonda por causa de su uso y un afila metálico desgastado por su uso desde quinto de EGB, y sus
manos empezaron a dibujar, a dibujar sin parar, parecía una exhibición de
escritura rápida pero no, era ella creando. Estaba creando, sin parar; creando
como no había hecho en meses, esos meses incalificables que, como si fuera un
libro acabado, había dejado atrás con el punto final.
La pintora no había vuelto, ahora
simplemente dibujaba, dejó de ser la pintora para ser algo más simple y a la
vez más complicado, ahora era la dibujante; y lo había hecho por ella misma. No
se dio cuenta pero ya no lloraba, simplemente vivía, nada más y nada menos.
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