martes, 1 de julio de 2014

Incoherente

Aníbal iba por la calle tranquilamente, había hecho su pecadillo de todos los días, había ido al kiosko a comprar el periódico deportivo local. Sí, era una pequeña incoherencia, Aníbal era conocido por ser un proteston en los temas futbolísticos en el bar de la esquina, en cuanto Aníbal Gamela entraban en el bar y salía una noticia del pastizal gastado por un equipo soltaba siempre la misma retaíla:

- ¡Es una vergüenza!, ¿como pueden gastar esas burradas?.

Pero en cambio era socio del equipo de su ciudad,sufría cuando este perdía y compraba la prensa deportiva. Todos los días Aníbal iba al kiosko y hacia la compra del periódico para después leer las noticias, era el pecadillo futbolístico que se permitía a diario.

Vivía en un barrio normal e iba teniendo trabajo,  no se podia permitir grandes cosas pero no vivía ni mal ni bien , no era un derrochón y se podía permitir su pecadillo diario y su salida del fin de semana. Era la vida "tranquila" español que tuviese la "suerte" de ser mileurista actualmente.

Una noche bajó con sus amigos a tomarse las cañas de rigor, su grupo de amigos era bastante variado, había gente más o menos en al misma situación que Aníbal, otros que por desgracia estaban peor y alguno que vivía evidentemente por encima de sus posibilidades, pero queriendo simular un "estatus" socioeconómico que, evidentemente, no era el suyo. Estaba con su grupo de amigos cuando entró en el local un amigo suyo que podría decirse que estaba "fuera de concurso", presumía de sus estudios en el extranjero, de los tres coches que guardaba en su garaje, de la asistenta que tenía, del dúplex en el que residía, del dinero que había amasado en la época de vacas gordas, del dinero que en su día le daba a espuertas su "papá"...vamos que os podéis imaginar que tipo de gente era; era su ex compañero de pupitre Cornelio.

La entrada de Cornelio en el bar fue espectacular, había abrazado un aspecto que iba a medio camino entre lo hipster y el aspecto de un vagabundo (el decía vestir estilo hipster-homeless, comentario que provocó un silencio equiparable a lo que debe escuchar un astronauta en el espacio...la nada). Llevaba barba de por lo menos dos meses, unos pantalones rotos por todos los lados...pero que lucían su carísima marca, una camiseta igualmente de marca que simulaba ser vieja (vintage o retro decía Cornelio); llevaba unos zapatos aparentemente rotos...aparentemente, ya que igualmente eran de marca y ... y lo más alucinante, llevaba una bandolera que había dejado estrategicamente abierta para que se viese el lomo de "El Capital" de Carlos Marx en una edición especial de cierta multinacional francesa de las macrosuperficies culturales.

- Oye Cornelio -  dijo Aníbal -  no sabía que leías a Marx, la verdad yo lo he intentado y nunca fui capaz. Vaya me gusta saber que hay gente que lee esos temas, ¡bravo por ti!

- Si Aníbal - empezó a decir Cornelio -  lo compre esta semana, es que vivimos en una sociedad en la que las clases más bajas debemos revelarnos contra la opresión sistemática de los burgueses apoltronados que.....perdona me suena el móvil.

Efectivamente, Cornelio sacó su móvil, uno de esos con una fruta en la parte de atrás, y salió a la calle a hablar, hablaba haciendo gestos continuos con el brazo que le quedaba libre, era evidente que estaba discutiendo.

Mientras veía esto Anibal pensó en como había cambiado Cornelio en el último año, ¡él que cuando compartían pupitre era votante de un partido que tiene un pájaro en el emblema!, ¡como había evolucionado!, ahora ¡hasta leía a Marx!, y si no era por moda ¡como le envidiaba!, ¡que capacidad lectora!, el que simplemente leía a diario la prensa deportiva, unos blogs y alguna novela al ir a cama.

En esto estaba pensando Anibal cuando Cornelio entró y le dijo:

- Perdona, es que era mi chacha, la muy impresentable quiere que no le pague en negro y que le de de alta en la seguridad social, ¡que caradura!, ¡encima que con lo que le pago puede mandar dinero a su país!. Voy a por una caña y ahora vengo.

Tras oír eso Aníbal se quedó mirando como Cornelio iba hacia la barra mientras su cara iba poco a poco pareciéndose a El Grito de Munch. Una vez recuperó un gesto normal se dijo a si mismo.

- ¡Y yo me llamaba incoherente por fútbol!