miércoles, 12 de diciembre de 2018

Sentir

Caminaba por la costa, esa costa mil veces vista por miles de personas, donde la mayoría de las personas se fijaba en el feísmo, en las cosas raras que la extraña creatividad de la gente había llevado a levantar casi en las orillas del mar. Ella pasaba al lado y recorría esa costa.

La brisa del mar movía su larga melena oscura, y mientras paseaba escuchaba las frases de la gente que pasaba a su lado:

-          Qué casa tan horrible.

Esa fue la primera de las frases que escuchó, pero había más:

-          Pero, ¿a quién se le ocurre levantar esa atrocidad aquí?

Era la segunda frase que escuchaba, pero ella seguía caminando, disfrutando de la arena mojada de la playa en un atardecer veraniego, mientras las olas y algunas algas acariciaban sus pies. Ella caminaba y sonreía, mientras seguía avanzando por la orilla.

Escuchaba a las gentes, escuchaba a los animales, sentía en sus manos como salpicaba la fresca agua del mar al chocar contra sus pies, notaba como la arena en suspensión le rozaba el cuerpo, olía el olor a mar, olía incluso los olores de las gentes que abandonaban la playa, con esa mezcla de olor a mar, a crema, a calor, a salitre, a un poco de todo.

Olía, oía, sentía todo lo que había a su alrededor, y pese a las frases de críticas al aspecto de lo que le rodeaba ella sonreía. Sonreía con una sonrisa que podía iluminar ese atardecer, sonreía sin que se le pudieran ver los ojos detrás de sus gafas de sol, sonreía mientras miraba al mar, sonreía mientras llevaba la mano a sus gafas para sacárselas.
Y una vez se las sacó no se veían sus ojos, se veía luz, y empezó a hablar, empezó a hablar aparentemente sola.

Empezó a contar lo que veía de veras, que era la verdadera belleza de esa costa, la verdadera belleza de ese mar, la verdadera belleza de esa tierra, la verdadera belleza de esa brisa, la verdadera belleza de todo lo que la rodeaba. Ella sí lo veía, no tenía que fijarse en la “realidad” que criticaban otros, no, no le hacía falta. Ni tan siquiera era una evocación a una belleza pasada, no era una narración en diferido de la belleza, no, era la belleza del momento.

Ella contaba en directo la belleza, y era ella quien lo contaba ya que ella era la única que podía verlo. Y era la única ya que los demás no querían verlo, esos demás que en ese momento tenían una decisión en sus manos, oírlo y así verlo o no hacerlo y seguir ciegos.

Decidid ahora vosotros. Yo ya lo he hecho.




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