En la primera
de las entradas del año, para ser original, este humilde y chapucero ártabro
hacía el enésimo ejercicio de incoherencia vital y procedía a hacer una nofelicitación del nuevo año… para acto
seguido rematar la entrada con una felicitación del año. Está claro que, quien
me conozca, sabe que este tipo de trapalladas
son muy “marca de la casa”.
Pues bien, ya veis como el año ha ido
avanzando, la periodicidad de mis publicaciones ha sido bastante “aleatoria” y,
entre una cosa y otra, hemos llegado a 30 de diciembre; por lo que para seguir
siendo un bicho raro de manual aquí va a ir mi felicitación (extraña como
encontrar un riachuelo en Tatooine) de fin de año.
Pero ¿felicitación?, sí, felicitación. El
motivo está íntimamente relacionado con la entrada del día 1 de enero; en ella,
de un modo macarrónico, hablaba de ir avanzando batalla a batalla, de
relativizar, de defenderse pero, sobre todo, de pelear. De pelear cada día, de
tratar de hacer cada día un nueva victoria, y así, ir edificando una seguridad
que es lo que por ahí llaman pasar un feliz año. Al menos yo así lo veía el día
1 y lo sigo viendo hoy, cuando estamos casi en modo “auditoria del año”.
Y como este ha sido un año de lucha de todos
y cada uno de nosotros, solo puedo levantarme y aplaudiros; sí, aplaudiros.
Aplaudiros ya que, aunque algunos de vosotros no os deis cuenta, todos hemos
peleado cada una de esas batallas y hemos salido bien parados, en mayor o menor
medida, porque (aunque no lo veamos) así es.
Ahora ya solo queda un día para finalizar este año, y ese último día lo encararemos con la mejor sonrisa
que podamos tener para nosotros mismos, lo cual nos llevará a estar preparados para empezar una nueva etapa: la de 2019.
Así que lo dicho, con una chapucera antelación
de un día, ¡feliz año nuevo!.
Y… como siempre:
¡SALUD!
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