domingo, 23 de septiembre de 2018

Títulos


Efectivamente, ¡es correcto!; en estas dos semanas de guerra atroz entre algunos de los queridos bandos de los que hemos hablado en alguna ocasión (ojito al uso del plural y al “espaméo” que me lleva a un nivel de tontería muy tontita) no había dicho nada, por lo que ¡efectivamente de nuevo!, ¡ahí me meto cual cocho en una pocilga!, ¡vamos a hablar de titulitos!.

Hemos vivido en las últimas semanas, pero si tiramos para atrás más bien han sido meses, ¡discusiones! sobre la maravillosa formación de nuestros políticos. Por el momento hay una dimisión de una presidenta de una Comunidad Autónoma (paso por cámaras de seguridad de un “súper” mediante, lo que aún aumenta el nivel de vergüenza ajena a 2000) y una de una ministra; pero es que el líder de la oposición se sacó su carrera en un tiempo récord digno de marca olímpica (casualmente desde su entrada en política), las noticias sobre un presunto doctorado (o según el día doctorando) de otro líder opositor son cuanto menos “chuscas”  y las noticias casi diarias sobre el Doctorado Cum Laude del presidente del Gobierno cada día dan más vergüenza ajena (nuevamente está el casual factor político por el medio). Y en estas llevamos un par de semanas, sí, un par de semanas en las que uno pone el telediarios y vive momentos de “no miro ni oigo, porque me da vergüenza ajena”.

Y la cuestión es ¿por qué pasa esto?, ¿por qué se miente (presuntamente, que no me venga ningún bando a casa a quemarme…o que vengan los dos y ya se ponen a discutir entre ellos y se olvidan de mi) en las titulaciones de los políticos cuando….¡no lo necesitan!?. Y estas preguntas me hacen recordar una tertulia que escuché en la radio el otro día y que, posiblemente, tenga que darles la razón; en esta tertulia hacían la comparativa de la talla política de los políticos actuales y los habidos en España entre 1978 y 2000 y resulta que nos encontramos con una verdad evidente: nunca negamos, fuesen del color que fuesen, el nivel de los antiguos, podíamos “rajar” de ellos pero sí los teníamos por gente “de nivel”; pero eso no pasa con los actuales.

El político actual tiene que reivindicarse ya que, ni a sus ojos ni a los nuestros tiene el nivel de los “viejos”; y para reivindicarse lo que hacen es presumir de formación, lo cual si la tienes está bien y debes hacerlo, el problema viene cuando o no la tienes o te la facilitan de manera “peculiar”. En esta última situación vemos como justo presumes de lo que careces, y pierdes toda esa imagen prefabricada que tú necesitas pero los viejos no; y lo que das es vergüenza ajena.

¡Hala!, ya me mojé, ya solté mi teoría copiada y ya he apostolado, en una nueva demostración de mi incoherencia me he puesto a nivel de tertuliano o de político de elevadísimo rango, así que quien quiera que vaya preparando la pira para quemarme. Pero antes dejadme una última queja: me parece fatal que todo lo dicho anteriormente haya ocultado los matices de una de las noticias más importantes, a la par que poco sorprendentes, de las últimas décadas: ¡la salida del armario de Epi y Blas!; sobre la cual he de protestar, me parece fatal esa línea de amistad, apoyo y cariño hacia Epi, cuando realmente quien lo merecería es Blas, ¡el pobre Blas solo quería cada día tranquilidad y Epi no paraba de molestarle hasta que frunciese el ceño!, ¡Blas estoy contigo!...aunque quizá el hecho de que yo en Dragon Ball sea de Vexeta (Vegeta para los no gallegos”), en Campeones sea de Mark Lenders y en Star Wars sea de Darth Vader puede tener algo de relación con ello… lo meditaré mientras me carcajéo con fuerza mientras acaricio un gatito en mi regazo.

¡Salud!



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