viernes, 27 de diciembre de 2013

Darwin

Hubo un señor en el siglo XIX que fue calificado como un hereje, que fue condenado por las clases más rancias, que fue ultrajado hasta el punto de que cuerpos de mono se "culminaron" con su cara para anunciar un famoso anís. Este hombre fue Charles Darwin.

Darwin simplemente defendió, a grosso modo, que solo los que mejor se adaptan al medio en el que viven sobreviven y que ellos serán los que perpetúen su "legado genético". Basándose en esto se demostró como el hombre descendía de simios ancestrales, y ello le llevó a sufrir todo lo que indico en el párrafo anterior. Esto chocaba con las creencias de las tres grandes religiones monoteístas (sí, sé que si alguno descubre que Yahvé, Dios y Alá son, en lo esencial, la misma deidad se va a abrir las venas o a considerar hereje a este pobre ártabro, pero así es) sobre la creación de Adán por parte de Dios y el relato del Génesis del Jardín del Edén; así que el bueno de Darwin podemos decir que tuvo suerte de no seguir la misma suerte que Miguel Servet.

La cuestión es que me da la sensación de que el hombre ( refiriéndome como tal a una persona humana, que no se me enfaden los integristas neolingüistas) en algún momento alcanzo el zenit de su evolución y ha empezado a "inevolucionar", es decir, ir hacia atrás. Parecía que se habían alcanzado derechos y obligaciones que permitían que fuesen quienes conseguían mayores méritos los que triunfasen, mayores meritos basados en el propio esfuerzo personal; eso parecía, y eso sería darwinismo en el estado puro: el gobierno de los mejores, pero de los objetivamente mejores, no subjetivamente, pero ¿hemos llegado a conseguirlo?, más bien al contrario.

Hemos llegado a una situación social en la que unas pequeñas castas son las que de cara al público gobiernan, castas endogámicas que carecen de renovación, y en las que ya hemos llegado a la imposibilidad de distinguir a los supuestos opuestos. Por otro lado las gentes que manejan el dinero resultan ser en gran parte simples herederos de familias burguesas emprendedoras del ¡siglo XIX! (y en ocasiones de la primera mitad del XX), vamos que hablamos de una "pseudonobleza" en la que se asciende por motivos sanguíneos y no por méritos algunos. Como podemos ver estamos en el Imperio de la endogamia.

En resumen, hemos pasado de tener la oportunidad de tener una sociedad en la cual los méritos alcanzados por esfuerzos propios te hacía crecer a tener una sociedad de castas (por desgracia eso ya lo teníamos en Roma). Conclusión: más de veinte siglos nos han llevado al mismo punto de partida, lo triste es que la situación actual está tan edulcorada que nos da la sensación de que no es así, cuando en esencia las diferencias no son tan grandes como deberían ser.

Es una pena amigo Darwin, pero parece que al evolución ha terminado.


¡Salud!

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