Estaba
hace unos días en cierta cervecería cercana a Cuatro Caminos, los ártabros en
general (y los coruñeses en particular) sabrán a cual me refiero, con un amigo
y, como bien sabido es, la capacidad para solucionar los problemas universales
y la de divagar sobre temas profundamente existenciales se dispara de modo
exponencial cuando visitamos, consumimos y nos atrincheramos en este tipo de
locales. Tras una serie de discusiones filosóficas, es decir, futbolísticas, ya
caímos en temas prácticamente metafísicos. Y cuando un par de gallegos se ponen
en ese “modo” es mejor sentarse, escuchar, oír, mirar e incluso ver.
El tema
en cuestión lo sacó mi interlocutor, y se puede resumir en su planeamiento
inicial:
-
Machiño, no hay quien pueda con la
gente.
Y
estaba todo encuadrado dentro de cómo es la gente, en el día a día, cómo el egoísmo
mandaba, cómo todo el mundo miraba únicamente por sus “posaderas”
independientemente del tema en cuestión.
Me
hablaba mi amigo de clientes, de conocidos propios, de conocidos comunes, de
familiares, de vecinos; y a cada frase que decía yo me sorprendía, veía que
realmente era así, que igualmente yo no podía más que ver esa actitud (e
incluso empecé a verlo, para mi sorpresa, como una aptitud para algunas
personas). El planteamiento es sencillo, en los últimos tiempos parece haberse
disparado el efecto “Harvey dos caras”, que le llamo yo, el intento (y logro)
masivo de dar una imagen de bondad cuasi
santa de cara a la galería mientras que,
en la realidad, lo único que se busca es salvar los propios muebles y mirar por
el propio interés.
Realmente
no es una actitud censurable, me paré a pensar, la gente en la realidad no es “Harvey”,
la gente en la realidad es simplemente pragmática, no realmente mala. No
descarta la ayuda al vecino pero, si no lo consigue, pues se centra en uno
mismo y eso ¿es censurable?, en ocasiones podemos pensar que sí por miopía,
pero con perspectiva no sé hasta qué punto podríamos ponernos, como un día me
dijeron mientras me sacaban una de las más felices sonrisas que he tenido,
igual que los sims cuando les ardía
su casa.
Ante
este pensamiento me dispuse a discutir con mi amigo, a plantearle que la gente
simplemente es pragmática; que no es maldad, sino que es reducción de daños,
pero desistí. Preferí quedar de bonachón, de iluso, de tonto, de una mezcla de
todo ello y (aprovechando que estaba en esa cervecería) levanté mi mano mirando
al camarero mientras mostraba mis dedos índice y corazón. Raudo y veloz el
camarero apareció donde estábamos y nos puso dos cañas, ante lo cual le dije a
mi amigo:
- ¿Cómo
puedes rajar de un mundo donde te
ponen con esta rapidez dos cañas?
Empezamos
a reír y volvimos a divagar sobre profundos temas filosóficos, es decir, sobre
los porteros del Deportivo.
¡Salud!
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