jueves, 7 de noviembre de 2013

Día de otoño

Aquel día de otoño llegó a la vieja casa en su destartalado coche, en su adorado y antiguo GS; no era precisamente un coche clásico, era simplemente una antigualla que se caía a pedazos, afectada hasta extremos inimaginables por el óxido pero que milagrosamente aún funcionaba.

El día no era frió, pero era e desapacible; llovía, el viendo azotaba por todos los lados y los efectos de las lluvias de los días anteriores se notaban en las cunetas ahora totalmente cubiertas por la tierra. Es lo que los rancios tópicos llamarían un día de perros, y digo rancios porque esos días le encantaban.

Dejó su oxidado GS en el medio del campo y corrió hasta los soportales de la casa, una vez allí miró alrededor. Estaba en lo alto de un monte y tenía un paisaje espectacular antes sus ojos, incluso era realzado por las oscuras nubes de lluvia (nimbostratos le dijeron un día que se llamaban, o eso creía recordar) que eran el techo bajo el que se desarrollaba ese espectáculo para los sentidos.

Entró en casa y escuchó como las gotas de lluvia dejaban de caer, el atardecer llegaba y la lluvia cesaba, era su momento, podría hace una de las cosas sencillas que más adoraba, pasear en el típico atardecer otoñal. Esa sensación fresca, oscura, de humedad en el suelo, de gotas que caen de las ramas de los árboles y de las hojas de las plantas, esa belleza que el supuesto día de perros no podía dar.

Tras su paseo volvió a casa y puso la televisión, el individuo que daba el tiempo hablaba de su zona, decía que había hecho un día horrible, día lluvioso, oscuro, desapacible, húmedo, desagradable...y que en cambio en otras zonas había hecho un excepcional día, de 30 grados, sol, gente que iba en manada a las playas y que a duras penas conseguía en los arenales un metro cuadrado de espacio propio. En ese momento miró a su alrededor, vio que tenía espacio, comodidad, belleza en torno a él y tranquilidad...y se echó a reír, ¡realmente los que iban a los arenales habían pasado un día de perros!.

Finalmente se fue a dormir a su cómoda cama con una sonrisa en la cara, había tenido un día excepcional, ranciamente calificado como día de perros por algunos.


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