Salimos a la calle, nos armamos de paraguas, afirmamos que no es posible encontrarnos en una situación peor, que nunca hemos vivido nada parecido, que ya estamos hartos de los paraguas reproduciendo exactamente las mismas frases.
Pasamos la primavera, llegamos al verano, nos desesperamos por que hace calor; nos volvemos locos con el bochorno y afirmamos que no es normal y ponemos el grito en el cielo ante las tormentas veraniegas. Y ya si estamos ante una bruma veraniega la indignación y la extrañeza alcanzan cotas increíbles.
En otoño ha llegado a extrañarnos que llueva, y a alucinarnos que se produzca la caída de la hoja; mientras que en invierno hay autenticas manifestaciones de ira e indignación ante los atascos que provocan las nevadas.
Está claro que el tiempo nos sorprende, cuando realmente es algo generalmente cíclico. Con esto es muy fácil de explicar que nos sorprendan otras cosas, mil veces sufridas y mil veces vistas, deberíamos pensar más en lo que nos ha pasado en el pasado para evitar que nos pase en el futuro, pero por desgracia nos cuesta.
¡Salud!
En otoño ha llegado a extrañarnos que llueva, y a alucinarnos que se produzca la caída de la hoja; mientras que en invierno hay autenticas manifestaciones de ira e indignación ante los atascos que provocan las nevadas.
Está claro que el tiempo nos sorprende, cuando realmente es algo generalmente cíclico. Con esto es muy fácil de explicar que nos sorprendan otras cosas, mil veces sufridas y mil veces vistas, deberíamos pensar más en lo que nos ha pasado en el pasado para evitar que nos pase en el futuro, pero por desgracia nos cuesta.
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