Los que
me conocen lo saben, en determinados temas soy un bicho raro, y principalmente
en los temas históricos (los que en este momento estaban esperando una disertación
sobre Star Wars y sus diversos
universos canónicos o no que sepan que me lo planteé, pero el miedo atroz a que
alguien me destripe la nueva película me hizo envainármela con gran gallardía),
es decir, que una anécdota histórica a mi me puede dar para dar el coñazo a mi
interlocutor durante horas, con la consecuente cara de “pues bien” de el que me
escuche.
Pues
bien, y no lo digo por la cara de me importa lo mismo que el guano arrojado
sobre el pacífico que suelo percibir, hoy estoy en un día que parece de calma
tras la tempestad; estamos en un día de invierno galaico pero sin lluvia,
estamos en el día siguiente al de ver en una improvisada caminata los efectos
de cierta ciclógénesis (antes le llamábamos temporal, como ya dije en su día)
sobre los verdores galaicos, de ver como algún árbol sigue titado en alguna
postura equilibrista digna de algún circo superpirenáico,
un día en el que parece que al sol le ha dado por salir y, por lo tanto, un día
en el que uno se pone a barrenar en
modo extremo.
Contado
esto, y estando como estoy en unos días de no querer pensar en nada serio (so
pena de catapulta), me puse a mirar al cielo azul y he visto lo soleado que
estaba y ya me he planificado lo que haré en los próximos minutos: ponerme mi
calzado más cómodo, un abrigo, mis gafas de sol e irme a repetir la caminata de
ayer. El problema, como os dije, es que soy un bicho raro, y me he puesto a barrenar al coger las gafas de sol, y he
caído en como llegan las modas a nuestros días. La moda de las gafas de sol
llegó en época de post guerra (mundial), resulta que por motivos evidentes
fueron un componente muy útil para los pilotos de aeronaves ya que (atención a
la afirmación que el mismo Pero Grullo podría firmar) les protegían del sol,
¿qué? ¿cómo os habéis quedado?; y resulta que los pijos (perdón, ahora les
llamaríamos influencers) del momento
pensaron en que serían un complemento (toma palabro)
de moda perfecto para lucir por el mero hecho de lucirlo. Curiosamente eso me
hizo pensar otra cosa, ¿qué sentido tiene que una prenda militar croata del
siglo XIX sea vestida a diario por medio mundo? ¡sí!; ¡hablo de usted señora
nudo del ahorcado!, más conocida como corbata; o ¿qué sentido tiene que se vea
a supuestos pacifistas vestidos con abrigos de camuflaje?...y ya esto me llevó
a pensar que tras la moda del corte de pelo años 30 actualmente reinante vendrán
los cascos de la IIGM adaptados a moto, o ¡vete tu a saber!. Lo curioso del
tema es que esas prendas tan militares ahora no lo son y las lucen presuntos
antimilitaristas... ¡cosas veredes amigo Sancho!
Y en
estas divagaciones, o memeces de las mias, estoy mientras jugueteo con mis
queridas gafas de sol (que ahora veo como primas hermanas de Rommel) cuando
caigo en una frase que escuché en mis años de facultad, y por las que veo a mis
gafas de sol como el arma (sí arma) de autodefensa definitiva; la frase fue la
siguiente:
“Tienes
unos ojos demasiado expresivos, con mirarlos se sabe lo que piensas”
Tras
recordar esa frase, automáticamente, me pongo estas militaristas gafas, de vez
en cuando hay que defenderse (aunque sea de un modo tan poco activo como con
unas lentes de espejo).
¡Salud!