En algún momento de mi vida escuché, o malinterpreté a mi
manera, una frase referida a la vida (valga la redundancia): “La vida es un mar
de lágrimas con ridículos momentos de felicidad”. Quizá no era exactamente así,
pero así lo entendí. Siempre fui de la sensación de que, pese a lo que se pueda
pensar de mí, no soy un sujeto pesimista, sino que soy lo que llaman un “optimista
bien informado”, es decir; no es que espere demasiado de mis semejantes (y si
ya espero eso a mis años…mejor no digo como seré cuando llegue a la que ahora
es edad de jubilación, recalco: ahora).
Desde mi punto de vista hemos venido a esta vida a encontrarnos
con un montón de brujas y de cabrones (o machos cabríos, discúlpenme los
amantes del lenguaje políticamente correcto, pero no sé el equivalente de
brujas en dicho idioma, me sale solo “hechiceras del lado oscuro”, pero no sé
si ese punto de frikismo es
políticamente correcto); y que con esas dos clases de seres miembros de la
ciudadanía hemos de lidiar. La cuestión es que normalmente esos cabrones y esas
brujas simplemente te utilizan, te manipulan, te engañan, te mienten (o peor,
te cuentan medias verdades), te dejan tirado, se aprovechan de ti y, bueno, te
hacen cosas que en general encajan en todo lo antes dicho; pero en ciertas
ocasiones pasa lo que estamos viviendo estos días en España, el caso del pobre
niño Gabriel.
Esta criatura se encontró con su bruja particular, que deja
a los cabrones y brujas de los demás en meras brisas de aire, se encontró con
un ser incalificable, un ser que no solo hizo todo lo antes dije, sino que
demostró dotes de sangre fría con los pobres padres y familiares dignas de
provocar el vómito a cualquier persona con un mínimo de alma. Se encontró con
que su bruja particular lo asesinó, lo cual es algo que no puede entrar ni en
mis esquemas mentales, ni morales, ni en los de ninguna persona que tenga un
mínimo de alma y humanidad. A cada noticia que sale sobre el tema es más
estremecedor, más terrible, más incomprensible, más asqueroso, más
incalificable (e irónicamente más adjetivable). No sé qué decir, evidentemente
transmito mi apoyo a los padres del crio, apoyo que no vale absolutamente nada,
ya que no tengo ni un atisbo de intuición de lo que puede significar a nivel de
sufrimiento lo que están sufriendo esas dos personas. Solo sé que a la causante
le deseo que la podredumbre que tiene su alma se extienda a todo su ser, nada
más y nada menos. Y ya prefiero no entrar a comentar lo que el “mundo de redes
sociales” patrio discutió estos días, algunas opiniones fueron tan repugnantes
que no merecen ni el respeto ni el comentario.
Solo desear que Gabriel descanse en paz, y que los padres
puedan no ya superar, sino sobre llevar lo que por culpa de, en este caso, esa
bruja que ha hecho lo incalificable e incomprensible.
Tras esto los demás solo podemos pensar dos cosas sobre
nuestras brujas y nuestros cabrones particulares; por un lado que con nuestras
heridas, puñaladas y amputaciones figuradas saldremos adelante, si Cervantes
(conocido como “El Manco de Lepanto”) fue quien de escribir EL Quijote y Blas
de Lezo (conocido como “El Mediohombre” por las extremidades perdidas) fue
quien de hacer lo que hizo en Cartagena de Indias, ¿qué no podremos hacer
nosotros que solo hemos sido apuñalados y heridos por nuestros cabrones y
brujas?; y por otro lado que pensemos una cosa que encaja poco en nuestro
pensamiento culturalmente católico…el karma se lo hará pagar.
Así que lo dicho, en la situación actual pensemos en la
desgracia de esos padres, de ese niño y la barbaridad que han sufrido. En esta
situación transmitamos apoyo, saquemos lo bonito de la solidaridad de todos y
nada más (y nada menos)
¡Salud!
Y Descansa En Paz.
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