Escuchaba el otro día en la radio
a un famosete, realmente ahora no recuerdo su nombre, y hacía un comentario en
referencia a sus redes sociales. Este caballero, desconozco si tiene caballos
pero así me referiré a él, comentaba una crítica que el “tuitero tipo” le había hecho (curioso, un tuitero criticando) porque este famosete había borrado un twitt en el que afirmaba que la
progenitora de un crítico con él se dedicaba a la presunta profesión más
antigua del mundo, y claro, para el “tuitero
tipo” era una vergüenza que borrase lo que había escrito. A esto este famoso
decía: “pero vamos a ver, en el momento en que escribí esa afirmación sobre la
profesión de esa progenitora era lo que pensaba, pero luego lo pensé mejor, vi
que era una burrada y que no lo pensaba y por ello lo borré; simplemente cambié
de opinión”.
Pues sí, ¿se puede cambiar de
opinión?, evidentemente; ¿se puede en estos tiempos?, pues parece ser que no.
Eso me recordó maravillosas cadenas de fotos que pululan por las redes
sociales, donde desde Günter Grass a Joseph Ratzinger pasando por la Reina
Federica de Grecia eran retratados como nazis…bueno, nazis en su juventud/niñez…concluimos
por lo tanto que fueron o son nazis a lo largo de toda su vida ya que todos
sabemos que la opinión no cambia (lo de analizar y constatar la situación
social y política alemana en tiempos del régimen nazi ya lo dejamos para otro
día, no vaya a ser que entremos en una situación donde la cosmopolita y
reconstruida Berlín actual tenga que ser demolida ya que…¡coño! había estado
llena de nazis… ¡que lo he visto en una foto en una red social!).
Y así estamos, estamos en la
dictadura de la foto, en el miedo del pantallazo, en el pánico a la opinión
antigua hecha pública ya que (como todos sabemos) lo que pensábamos cuando
eramos un cuasiimberbe universitario,
es lo mismo que pensamos cuando somos un barbudo trientañero, o cuando somos un arrugado e hiperalopécico jubilado con pensión pseudodigna (aclaro, lo pongo en masculino ya que soy un tío, que no se me enfade ningún
justiciero de twitter), está claro.
Y nuevamente alguien dirá, ¡eres
incoherente!; y sí y no. Todos tenemos una línea de pensamiento, una manera de
razonar, y esta evoluciona, y dicha evolución puede ser radical o leve, pero
siempre existe e implica cambio en la manera de pensar; así que podéis entender
que el jubilado al no pensar lo mismo que el universitario es incoherente…o que
es coherente al ser una evolución, yo creo y afirmo lo segundo…la sociedad tuitera actual parece tender a lo
primero. Paraos a pensar una cosa, el 95% de la población (vamos a conceder el
5% de error estadístico, lo siento soy de ciencias aunque haya gente que me
diga que soy de letras) dice ser buena persona, pero (y siempre hay un PERO)
¿acaso no hacemos daño a gente que queremos (o apreciamos o decimos valorar)
cuando actuamos egoístamente? Sí, es evidente; y ¿dejamos de vernos como buenas
personas? No. ¿Es ser incoherente eso? Desde luego. ¿Nos vemos como
incoherentes a nosotros mismos? No….bueno, no hasta que no nos lo digan y no tengamos
las gónadas de mirarnos al ombligo. Pues este estólido (toma palabro que ha
depuesto el ártabro) razonamiento nos vale para la sociedad tuitera actual…la gente no es coherente
toda su vida o; desde mi punto de vista, que para mi es el bueno AHORA MISMO, simplemente
evoluciona pudiendo llegar a situaciones opuestas.
Simplemente hay que tratar de
evolucionar bien, al menos a tus ojos y a los ojos de los que te quieren y
quieres, que ya es bastante y muy meritorio.
¡Salud!
(y del Dépor ya hablaremos otro día)
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