Ahora mismo me acerco al día en el que abandono el campo, esa visión verde que los urbanitas identifican con una pseudo sociedad paralela de belleza en la que los vecinos se ayudan los unos a los otros y en la que todo es paz y tranquilidad y que los "ruralitas" ven como un mundo prácticamente sin futuro, ¡qué casualidad!, como el mundo urbanita (ironías de la vida)
Qué gran ironía, sí efectivamente, ¡qué gran ironía!. Se idealiza vivir en determinados lugares (siempre el opuesto al lugar en el que uno vive) y se reniega de ellos en el momento que los descubres. El ejemplo está claro: "las ciudades hacen que los vecinos no se conozcan", pues bien, si vives en el campo tendrás contacto con el vecino, tanto contacto que acabarás por perder tu intimidad.....; en el lado opuesto está el derecho de "disfrutar de la intimidad de cada uno", que es lo que, llevado al extremo, lleva a ciudades convertidas en cubículos donde reside gente sin conexión alguna entre sí. Somos una gran contradicción
Una gran contradicción que, sospechosamente se queja de lo mismo en todos los lados, una gran contradicción que lleva quejándose del poder establecido décadas, una gran contradicción que cuando tiene un cambio ante sus narices se la envaina (nos la envainamos) por el miedo al cambio, y eso no debería ser así pero es. Tenemos miedo.
Esto podría entenderse como egoísmo, como "acojonamiento", como comodidad, como lo que cada uno quiera entender pero al fin y al cabo como lo indicado antes. Somos la contradicción personificada.
Lo podemos arreglar, pues la verdad es mejor que lo replantee ¿lo podemos arreglar?, el humilde Ártabro no lo sabe; aunque siendo racional, temo que gritemos mucho pero hagamos poco, otra vez, pero bueno, espero equivocarme.
¡Salud!